diumenge, 6 de maig del 2012

ACTIVIDAD DE CREACIÓN.


Este verano vino a mi pueblo una estudiante “de intercambio” de un colegio de Lyon (Francia). Se llamaba Lucrecia. Era una joven alta y delgada. Su cara era dulce, expresiva y me pareció simpática. Su frente era estrecha con las cejas delgadas y separadas. Sus ojos azulados y vivos parecían dos zafiros, cubiertos por unas pestañas largas y rizadas. Su nariz era un poco chata y su boca pequeña con los labios finos. La palidez de su piel hacía pensar que no tomaba mucho el sol, aunque sus mejillas eran sonrosadas. Sus cabellos eran cuidados y negros, siempre los llevaba recogidos en una cola. Sus manos parecían delicadas y sus piernas eran largas y fuertes, ya que le gustaba mucho hacer deporte; por las tardes, al acabar de estudiar, daba una vuelta con la bicicleta y después caminaba, más de una hora, por los alrededores del pueblo.
Me parecía una persona alegre siempre con la sonrisa en la boca, trabajadora, educada, lista y un poco tímida con la gente que no conocía.
Su forma de vestir era sencilla y discreta, siempre vestía pantalón vaquero con una camiseta o jersey de punto, pero en las fiestas vestía muy elegante.
En resumen, me enamoré de ella.
Le expliqué que mi pueblo es pequeño, pero muy acogedor y tranquilo. Sus calles están muy limpias y se respira aire puro, sin contaminación. Lo más popular de él es el paraje del Azud y la Casa de las Compuertas, donde nace la Acequia Real del Júcar, con sus aguas cristalinas. Està rodeado de jardines y arbolados, con mesas de madera, columpios, etc. En el verano es visitado por muchos turistas.
La pena es que sólo vino para dos meses, y ahora espero volver a verla. 

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